Casa de la Salina (Salamanca)

La leyenda del Arzobispo 

Recientemente han terminado las obras de restauración del Palacio de la Salina, y es posible contemplarlo en todo su esplendor.

Un corto paseo desde la Plaza Mayor –dirección sur- bajando por la C/ San Pablo, hacia el Convento de San Esteban. 

Llegando a los jardines de Colón encontramos su fachada de grandes arcos enrejados. En ella, medio borrado, el nombre de su titular –Palacio de D. Rodrigo De Messia- sobre la placa oficial que indica la altura de 796,8 m. sobre el nivel del mar en Alicante. Es una visita imprescindible para el viajero que se acerque a Salamanca.

Denominado popularmente Casa de la Salina, tiempos hubo en los que fue deposito de sal, no le falta –como a cualquier edificio histórico que se precie- su historia legendaria, que en este caso lo liga al Arzobispo, y mecenas gallego,  Alonso de Fonseca y Ulloa‎ tan ligado a la historia de Salamanca

La leyenda narra que el señor Obispo acudió a Salamanca haciéndose acompañar por su amante Juana Pimentel “La Salina”. Las familias notables de la ciudad, escandalizadas, no quisieron atender las peticiones del arzobispo Fonseca para darle alojamiento. Encolerizado mandó construir el palacio con un hermoso patio y galería para disfrute de Doña Juana.

Galería corrida y detalle de las ménsulas

Y, a mayores, ordeno esculpir en las ménsulas que sostienen esa galería, caricaturas de los nobles que le habían negado cobijo a su amante. Diversas historias le ponen nombre de personajes nobles de la época a las grotescas figuras.

La realidad es otra, está documentado que la construcción fue ordenada –en 1538- por Rodrigo de Messia Carrillo casado con D. Mayor de Fonseca y Toledo, siendo heredado el edificio por su segundo hijo Juan Alonso de Fonseca. La coincidencia de nombres propició la historia y es la causa de que el escudo de los Fonseca esté en la fachada del edificio y que también sea conocido como Palacio de los Fonseca.

Parece ser que Juan Alonso de Fonseca era el concesionario del importante monopolio de la sal en la ciudad, y la construcción del edificio tuvo su origen en este negocio y no destinado a vivienda, como demuestra su disposición abierta a la calle.

La Diputación de Salamanca lo adquirió en 1881 y desde 1884 allí estuvo su sede.

En la entrada, 4 arcos desiguales dan paso a un zaguán, subiendo la escalera se accede a un patio.  Al fondo del mismo la escalera de piedra de entrada a las dependencias.  

El patio, de forma irregular, tiene una parte gótica y otra renacentista, parece más un palacio italiano que propio de la ciudad de Salamanca.

A la izquierda una arquería de 5 arcos semicirculares. Los capiteles de las columnas adornados con animales, figuras humanas y seres imaginarios.

En esta arquería hay expuestas diversas fotografías históricas que acreditan varias intervenciones arquitectónicas que la construcción ha padecido hasta llegar a nuestros días.

En tiempos, la arquería fue tapiada y abierta en el centro de cada una ventanas para utilizar su interior como vivienda.

 Detalle de los capiteles

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A la derecha la llamativa galería sostenida por atlantes de expresión atormentada. El voladizo, con una  proporcionada arcada,  es lo más llamativo de la construcción, atrae la mirada de los visitantes empujados por la curiosidad de los adornos que la sujetan, las figuras aupadas unas sobre otras.

Las últimas obras nos muestran el edificio con piedra reluciente.

Una mañana soleada es el acompañamiento ideal para disfrutar de este remodelado recinto; la luz del sol da a la piedra ese tono amarillento especial que sólo vemos en Salamanca.

Se pasa un buen rato descifrando la apariencia  de las extrañas figuras que lo adornan. Los paneles y fotografías antiguas que hay bajo el pórtico nos dan a conocer un poco más de su historia y los avatares que le ha tocado vivir.

La Casa de la Salina. Calle San Pablo abajo, hacia el convento de S. Esteban.