Monsanto (Portugal)

El pueblo de los pedruscos  Monsanto. El caserío y la Torre de Lucano

Vimos su silueta desde los altos de Peña García, el Cabeço de Monsanto no pasa desapercibido; es la única elevación en una llanura kilométrica. Superado Peña García se comienza a ver y a medida que nos acercamos se distinguen los 3 o cuatro pueblos que hay en su falda. A media ladera de esta montaña la histórica localidad; en lo alto distinguimos las murallas del castillo Templario. Monsanto es la localidad turística por excelencia de esta despoblada zona.

 

Subiendo al castillo por la ruta “dos penedos juntos”

Nos desviamos de la carretera general y la vía comienza a tener una fuerte pendiente. Terreno granítico, salpicado por unos pedruscos enormes que dan una personalidad única a ese paisaje. Antes de entrar en el pueblo ya encontramos alguna muestra.

Apenas superada las primeras casas un mirador hace las veces de aparcamiento, a partir de ese punto la circulación esta restringida a los habitantes de Monsanto. Es buen lugar para dejar el coche y adentrarse por las empinadas calles.

Así se ve el paisaje desde el aparcamiento-mirador

Monsanto,  desde el castillo

El castillo reconstruido por los templarios en el siglo XII corona el pueblo y a su alrededor, cubriendo las laderas, las típicas casas de Monsanto alfombran el valle con sus muros de piedra  y cuidados tejados  que le dan  personalidad única a este hermoso pueblo de estrechas y sinuosas calles.  Desde muchos lugares del pueblo hay unas magnificas vistas.

Monsanto. Calles y casas, pura piedra berroqueña

El aglomerado de casas se extiende hacia la cima, en su construcción se han aprovechado los gigantescos pedruscos de granito como paredes y, en algunos casos, un único bloque de piedra forma el tejado; razón por la que aquí se dice que las casas son de "una sola teja".

 

Entre las casas sobresale la Torre de Lucano (siglo XIV) –o del reloj- rematada por un gallo de plata –de dudoso gusto-. Trofeo atribuido a Monsanto en un concurso celebrado en 1938, en el que fue distinguida como “aldeia mais Portuguesa de Portugal”. Con ese “sambenito” es turísticamente conocida.

Hay dos opciones para subir al castillo. Más fácil y cómoda siguiente las calles del pueblo, recorriendo una calzada empedrada,  o desviándonos, una vez superadas las primeras casas por un camino señalizado como “ruta dos penedos juntos”,  donde el camino prosigue por un sendero que asciende por el monte entre moles berroqueñas.

Es más duro pero muy recomendable, el ascenso se realiza por un lateral de la montaña y proporciona unas vistas únicas del entorno. Se oye el silencio, solo roto por las ráfagas de aire que azotan esta montaña situada en una impresionante llanura. Es el mirador más espectacular de la región.

  Durante el ascenso encontramos y atravesamos –en algunos casos se pasa por debajo- grandes pedruscos con formas y equilibrios imposibles.

Con no poco esfuerzo y atisbos de arrepentimiento –“quién nos mandará meternos por el monte, cuando hay un camino cómodo…”- llegamos a las proximidades de la ermita… parecía estar más cerca de las murallas. Todavía queda una subida curiosa.

Recorremos el entorno de la ermita y aprovechamos para descansar y disfrutar de las vistas de la fortaleza.

Equilibrios imposibles en el Monsanto

Al píe del castillo, los restos de la ermita de San Miguel, capilla románica del siglo XII, sin techumbre, con una buena portada de arcos abocinados. Alrededor unas cuantas tumbas antropomorfas donde sepultaban a los caballeros en tiempos de la Reconquista.

Sepulcros antropomorfos en el entorno de la ermita de San Miguel

El castillo conserva sus murallas, el patio de armas y dos torreones. Y ya dentro de las murallas una iglesia más reciente –Santa María do Castelo- reconstruida sobre otro antiguo edificio religioso.

  Santa María do Castelo, en el recinto amurallado

Subimos a sus murallas, para seguir disfrutando de las kilométricas vistas que ofrece el lugar en un día claro y soleado.

Vistas en el interior del castillo, a la derecha el antiguo pozo.

A localidad tan granítica no puede faltar su leyenda. En el caso de Monsanto se celebra la fiesta de la Santa Cruz, conmemorativa de un largo asedio de 7 años –no está claro si eran romanos o árabes, enemigos en todo caso-. Sus habitantes, ya sin alimentos, lanzaron a los sitiadores una ternera bien cebada. Estos, convencidos de la existencia de una abundante despensa levantaron el cerco.

Unas muñecas confeccionadas a partir de una cruz revestida con telas de colores –las Marafonas- se llevan a la iglesia durante esta celebración. Producto artesanal que ofrecen a los turistas algunos de sus más antiguos habitantes en varias calles de la localidad.

En las murallas del castillo. Vértice geodésico en Monsanto.

Recorremos el perímetro del castillo. En la cima hay un vértice geodésico, esta elevación debe ser el punto más alto en muchos kilómetros a la redonda. Para que no desentone con las moles pétreas del entorno la pirámide que conforma el vértice es de un tamaño descomunal.

Satisfechos de las tremendas vistas que ofrece desde sus murallas descendemos hacia el pueblo por la calzada de piedra. En sus calles, entre las pintorescas casas buscamos un lugar donde dar cuenta de una buena caneca.

En una esquina se anuncia: “Taberna Lusitana”; para allá vamos. El minúsculo bar -apenas dos metros de barra y 3 mesas con sillas- tiene a la izquierda una pequeña escalera que da acceso a una terraza –granítica, por supuesto-.

En la atalaya hay sombra y buena vista sobre el pueblo. La típica Sagres sabe a gloria después de los cambios de altitud a los que nos hemos sometido. Aseguramos estar en “la terraza más portuguesa de Portugal”. Desde ella oteamos el pueblo y nos entretenemos haciendo unas cuantas fotos.

Comprobamos que la mayor superficie llana corresponde al cementerio. O como un restaurante, situado unos metros más abajo, tiene por tejado un pedrusco de incalculables toneladas.

Un agradable paseo –cuesta abajo- por las calles empedradas de Monsanto, entre las cuidadas casas e imposibles construcciones incrustadas en la piedra, nos lleva hasta el coche. Nos despedimos de la bonita localidad portuguesa recordando el dicho popular:

Nunca se sabe em Monsanto	Nunca se sabe en Monsanto
(que as águias roçam com a asa)	(donde las águilas rozan con las alas)
se a casa nasce da rocha	si la casa nace de la roca
se a rocha nasce da casa	si la roca nace de la casa

 

Para conocer más sobre la zona: Peña García, castillos, molinos y fósiles.

 

MONSANTO

Ubicada en el municipio de Idanha-a-Nova. A unos 8 Km de Peña García y  a 22 de la frontera española entrando por Monfortinho.

Aldea histórica portuguesa situada en la ladera del llamado Cabeço de Monsanto. En su punto más alto alcanza los 758 m. Tiene unos 1200 habitantes. En este lugar se ha acreditado presencia humana desde el paleolítico. La localidad fue donada a los Templarios en el siglo XII, ellos levantaron el castillo que se divisa en su cima, bien conservado hasta el siglo XIX, cuando la explosión del almacén de municiones –en la noche de Navidad- destruyó gran parte del mismo.

La historia de su fortaleza, estrechamente ligada a la aldea, se pierde en las sombras de los siglos. que posiblemente, se remonta a la época de los suevos o visigodos.

Monsanto es una de las tierras más bellas de la Beira,  famosa por el escritor Fernando Namora, que vivió aquí y practicó la medicina durante algunos años. "Los parches de la vida de un médico" o "Barco de Piedra" son algunas de las obras marcadas por la experiencia profundamente Monsantina del escritor.