jueves, 11 de octubre de 2012

Roussillon (Francia)

El pueblo del Ocre

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La erosión y explotación humana han dado forma al paisaje típico de Roussillon

Vamos a pasar la tarde a Roussillon, unos de las localidades integradas en la red “los pueblos más bonitos de Francia”. Encaramado en una colina sorprende por el color de sus edificaciones y el paisaje que lo rodea. Todas las fachadas se ajustan a una  inmensa variedad de tonalidades ocre. Roussillon parece creado por la paleta de un artista.

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En su mayoría peatonal, nuestra primera tarea consiste –una vez más- en buscar aparcamiento. En estos pueblecitos, de gran afluencia turística, han espabilado mucho y los pocos aparcamientos que encontramos en la parte baja del pueblo están regulados por las típicas máquinas. No se complican la vida y son de tarifa única, pagas 5€ y puedes estar una hora o todo el día, a elección del visitante.

Satisfacemos nuestra contribución al sostenimiento de la villa y comenzamos un paseo por las calles estrechas. Todo cuesta arriba, donde suponemos buenas vistas del entorno.

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Roussillon está en el Parque Natural del Luberon, tiene la particularidad de estar situado –y rodeado- de montañas de puro ocre. Este pigmento –conocido desde la antigüedad- está formado por arena arcillosa y oxido de hierro. En las afueras del pueblo abunda este terreno, un polvillo ligeramente grasiento, que se pega a todo. Unos cuantos carteles advierten a los visitantes sobre la prohibición de recogerlo. Roussillon vive del turismo que viene a conocer tan particular paisaje, llegan tantos que si cada uno se lleva un trocito los acabaremos dejando sin nada. A pesar de las advertencias, en varios idiomas, vemos rellenar alguna bolsa…

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El pueblo tiene mucho encanto, plazuela principal con terrazas, calles estrechas, mucha piedra, construcciones impecables y el color ocre en todas sus fachadas. Da sensación de orden y limpieza.

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El ambiente en las terrazas de la plaza de Roussillon, abajo detalles de la localidad

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Durante el recorrido por el pueblo encontramos buenas vistas del entorno. Diversos miradores, con distinta orientación,  permiten disfrutar del paisaje. Desde su punto más alto se domina una gran extensión de terreno.

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Entre los verdes bosques sobresale el color ocre del terreno

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Al fondo, el Mont Ventoux

En la zona alta la iglesia de San Miguel y restos del antiguo castillo. Un buen mirador domina el entorno. Sopla el viento con fuerza y nos entretenemos un buen rato con el paisaje. Enfrente, en la lejanía, tras montes y bosques, la silueta inconfundible del Mont Ventoux dominando la Provenza.

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Hacia el otro lado, el pueblo, sobre los característicos cortes del terreno. El color ocre resalta a la luz del sol. Al fondo el cementerio. En esa zona está la entrada de las antiguas canteras donde se extraía el pigmento. Su explotación se extendió desde el siglo VIII hasta mediados del XX. El “invento” de las pinturas sintéticas acabo con la explotación de la cantera natural. Con los años la prosperidad industrial dejó paso a décadas de abandono. La industria del turismo ha tomado el relevo y proporciona una nueva época de bonanza.

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Pasamos bajo el arco de la torre de la iglesia de San Miguel y emprendemos el camino de bajada para llegar al otro extremo del pueblo.

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Paseo de vuelta por las calles de Roussillon, abajo, la plaza

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Caminamos hasta el cementerio, en la parte baja del pueblo y abierta al tráfico. Aquí se concentran las tiendas con todo tipo de recuerdos turísticos, incluidos pinturas y pigmentos.

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Si buscas ocre, este es el lugar. En Roussillon se han identificado 17 o 18 tonalidades distintas, en los comercios botes y saquitos para hacer la mezcla en una variedad de colores sorprendente. Utilizado para decoración su precio es similar al oro molido.

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Desde la zona de entrada del “Sentier des Ocres” (Sendero de los ocres) hay una buena vista de Roussillon, con las casas trepando por la colina. A nuestra derecha, un gran corte deja ver las distintas tonalidades del terreno; la vista se pierde en un paisaje de campos y bosques.

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El Sendero de los Ocres es la atracción turística de  Roussillon. Permite recorrer una mina a cielo abierto en un paseo de una hora. No llegamos a tiempo –están a punto de cerrar-. Vemos salir a unos cuantos jóvenes, vienen hechos un Cristo, tiznados calzado y piernas de polvillo ocre. Apenas serán capaces de quitarse el tinte en la fuente.

Captura

Roussillon de Vaucluse

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